lunes, 19 de enero de 2009

PRODUCTO DE SU EPOCA

Desde Puente Piedra, Lima, Perú
Alberto Mosquera Moquillaza
carabay5@yahoo.com.mx

La noticia viene de Piura: ha fallecido Carlos Augusto Llontop Valdiviezo. Para las nuevas generaciones estudiantiles, el nombre no tendrá significado alguno, pero no es igual para los egresados del Colegio San Miguel de Piura, ni para quienes pasamos por las aulas de la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos en la segunda mitad de los años 60. En ambos lugares Carlos Augusto dejó la impronta de su liderazgo, radical, apasionado, transparente y lúcido, muy lúcido, a pesar de su juventud.

Sus condiscípulos del Colegio San Miguel, presentes en la histórica toma del plantel, en 1964, nunca lo olvidarán. En la lucha contra los abusos de un instructor premilitar fue uno de los primeros en dar el rostro, pero no solamente ello: su palabra fue determinante en la acción. No era uno de los dirigentes formales, pero su liderazgo se torno indiscutible cuando desde las bases, habiéndole tomado el pulso a las masas, señaló el rumbo de los hechos: la toma del colegio, sin dudas ni murmuraciones.

En San Marcos, lo recordamos como uno de los miembros de la joven guardia sanmarquina que le cambió el color y el norte de la rebeldía juvenil de entonces. El APRA, el partido de los pactos políticamente contranatura, estaba siendo desplazada electoralmente de sus tradicionales plazas sanmarquinas (su último bastión fue la Facultad de Ciencias Económicas de donde fue literalmente arrojado en 1968), pero el peso de su ideología reaccionaria era un lastre para los acelerados tiempos que se vivían en el Perú y el mundo.

La joven guardia, pletórica de ideas aurorales, fue desbrozando el camino cubierto de musgo y malashierbas, y ahí vimos a Llontop dando batalla en las aulas, en los pasadizos, en las multitudinarias asambleas, sin ceder un milímetro en los principios, golpeando y contragolpeando los desviacionismos, siempre con las masas tras sus espaldas.

Carlos Augusto Llontop, fue un producto nato de su época. Piura, su tierra de origen, era la mata de una oligarquía algodonera que se consideraba con mandato divino para cabalgar sobre las espaldas de indios, negros y cholos en el extremo norte peruano. La lucha contra los abusos, atropellos y exacciones de esos sectores dominantes, constituyeron el clima levantisco en el que se fueron educando los adolescentes y jóvenes piuranos; pero donde además el enclave de la IPC en Talara, dueña y señora de nuestro petróleo, tenía que inflamar más su rebeldía. La toma del Colegio San Miguel de Piura, hay que ubicarla en ese contexto.
El 15 de junio de 1964, los sanmiguelinos tomaron el viejo claustro piurano.

Pero hay algo más que influirá en el joven Llontop. El Perú en su conjunto era un polvorín social y politico, ante las flagrantes inequidades del orden económico vigente; y América Latina no se quedaba atrás. La influencia de la revolución cubana era determinante en la insurgencia de los pueblos. El socialismo, propuesto por José Carlos Mariátegui en la década del 20 del siglo XX, hecho realidad en la Rusia de Lenin de 1917, y más tarde en la China de Mao, en 1949, había adquirido, en 1959, el color verde olivo de los revolucionarios cubanos de Sierra Maestra. En este sentido, la utopía socialista, al influjo de una y otra experiencia, se constituía en un derrotero revolucionario para los jóvenes que querían transformar el país desde sus raíces. Llontop fue uno de ellos, el socialismo fue su divisa, y a su divulgación se dedicó en cuerpo y alma.

Lastimosamente ese prospecto revolucionario no pudo cuajar en su totalidad. Cuando cayó en prisión, la policía se encargó de cortarle el vuelo al golpearlo inmisericordemente. Las torturas hasta la inconsciencia lo convirtieron en otro hombre. Nunca pudo volver a ser el mismo. Así murió. Pero como sucede con los revolucionarios, nunca dejan de existir, porque su figura va a cobijarse eternamente en la memoria de los pueblos.

Alberto Alarcón, un piurano que conoció a Llontop antes y después, acaba de escribir en su memoria:

En los últimos años, cuando abandoné Piura, lo veía caminar tembloroso por sus calles. Sí, el ángel temblaba porque la fisiología es inexorable. Pero de lo que sí estoy absolutamente seguro es que su espíritu jamás tembló. Que no tembló ante el carcelero ni el torturador. Que no tembló ante la posibilidad de perderlo todo por sus ideas y su causa. Lo digo porque una vez lo miré profundamente a los ojos y vi en ellos la luz de los héroes. Esa luz que Prometeo entrega sólo a los escogidos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No conoci a LLontop, (pero mi amado padre, de bendita momoria, estudio en este historico colegio) y si hay gente que se expresa de este personaje con tal limpieza de idioma, es seguro que quien honra esta memoria ha sido un buen discipulo y si hay un buen discipulo es que el maestro tambien lo fue. Diculpen la falta de acentos, mi ordenador no cuenta con el castellano incluido.